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210 años del Senado de Chile

Documentos con historia: solicitudes de pensión de los héroes ‘Pardos’ de la independencia

Desde los albores de la nación mulatos, negros y zambos tuvieron un significativo rol en la sociedad chilena. Su huella quedó plasmada en decenas de batallas pero algunas de sus historias y reivindicaciones más personales afloran en los Diarios de Sesiones y en el Archivo del Senado. Tal es el caso del Capitán Pabón y su esposa doña Tomasa que rescatamos en este reportaje.

29 de octubre de 2022

“El año 1806 fui nombrado alférez de la primera compañía del Batallón de Pardos… el 16 de abril de 1813 fui promovido a capitán de la misma compañía bajo las órdenes del coronel don Santiago Muñoz Bezanilla y me encontré en varias acciones de guerra en la campaña de la independencia”, así comienza su narración ante el Senado, el ciudadano José Loiza Pabón, antiguo Capitán del ‘Regimiento de Infantes de la Patria’ haciendo uso del derecho de petición para acceder al goce de alguna pensión.

 

Si bien muchos mulatos, zambos y esclavos sirvieron en estas milicias que efectuaban patrullajes diurnos y nocturnos por la ciudad,  el legendario ‘Batallón de Los Pardos’ adquiere mayor notoriedad tras las cruentas campañas de la independencia, donde cambia de nombre a 'Infantes de la Patria' y se refuerza con los afrodescendientes reclutados al otro lado de la cordillera con el fin de servir a la causa patriota, según narra el historiador Marcos López Ardiles.

De sus nombres, rostros e historias de vida, poco ha trascendido en el tiempo. Apenas han sido retratados en los óleos dedicados a plasmar las Guerras de la Independencia y el más reconocido es don José Romero, el carismático oficial conocido popularmente como el “Zambo Peluca”, quien es mencionado por varios historiadores y en los fundamentos del proyecto que otorgó reconocimiento legal al pueblo tribal afrodescendiente chileno (Ley 21151). 

 

Con motivo de cumplirse los 210 años del Primer Senado, reconstruimos el testimonio poco conocido, de otro integrante de Los Pardos que quedó plasmado en los diarios de Sesiones del Senado, de agosto de 1845, cuando José Loiza Pabón ya era considerado un respetado veterano y vivía empobrecido pese a sus proezas y servicios.

 

Amparado en el artículo N°28 de la Constitución de 1833, que consideraba materia de ley: “crear o suprimir empleos públicos, determinar o modificar sus atribuciones, aumentar o disminuir sus dotaciones; dar pensiones, y decretar honores públicos a los grandes servicios”, don José Loiza Pabón narró sus tareas en acciones militares bajo las órdenes de general José Miguel Carrera quién le encomendó “recoger los pertrechos de guerra y cadáveres tras los enfrentamientos de San Carlos (en Ñuble 1813)”.

 

Junto a su batallón también luchó heroicamente en Talcahuano “cuyo puerto tomamos a los españoles (1817). También fui uno de los que cooperaron más eficazmente a la toma de la fragata Tomasa, poniendo por mi misma mano la bandera de señal del castillo Gálvez”.

 

“De dicha fragata hicimos prisioneros 300 oficiales y recogimos más de setenta mil pesos para el Fisco. En esa circunstancia se me nombró por el general de destacamento a la fragata Cometa, que también habíamos hecho prisionera en aquellos días”, detalló el veterano Pabón.

 

Para allegar más antecedentes sobre la veracidad de sus hazañas y patrióticos servicios, el capitán retirado señaló ante el Senado que “fuera de todos estos servicios importantes que he prestado al país, que no son desconocidos, siendo digno de notarse que, esta campaña además de haberse hecho sin sueldo, me costó la pérdida de mi comercio que tenía un despacho de esta capital y que valía cerca de un mil pesos”.

 

Otro argumento que usó el capitán Pabón para fundar su solicitud fue el hecho que ya existían otros precedentes de pensiones otorgadas a oficiales de Los Pardos o del extinguido “Batallón de los Infantes de la Patria”, entre ellos, el comandante don Santos Jiménez y el mayor don Manuel Barros. “Los motivos que abogan ahora a mi favor son los mismos que obraron también en favor de aquellos, por lo que suplico que tomando en consideración lo expuesto se digne decretar aquella pensión que V.E (vuestra excelencia) encontrase justa”.

 

El proyecto de ley redactado por la Comisión de Guerra dispuso el pago de una pensión vitalicia de 15 pesos, suma que le permitiría cierta dignidad a un militar de su rango. Por aquella época, el más modesto servicio fúnebre costaba unos 4 pesos, mientras que el salario de un jornal o “gañán” no superaba 1,5 a 2 pesos, por mes más techo y comida (cuando las condiciones lo permitían).

 

El reconocimiento del Congreso da cuenta también del rango y movilidad social que alcanzaron varios de los integrantes multirraciales de este cuerpo de milicias disciplinadas integrada principalmente por esclavos, libertos, mulatos y zambos y del cual, ingratamente, se ha diluido su rastro.

 

LA VIUDA DEL CAPITÁN PABÓN

 

Otro documento que se encuentra en el Archivo del Senado, da cuenta de que el Capitán Pabón sí recibió su pensión vitalicia pero, tras su fallecimiento hacia 1855 quedó al descubierto otra profunda falencia social que se intentaba reparar, pues las viudas de estos connotados guerreros quedaban desvalidas al extinguirse el beneficio de sus esposos.

 

Es el caso de doña Tomasa Ramírez, viuda del Capitán Pabón, cuya solicitud fue elevada nuevamente por la Cámara Alta para reparar esta injusticia. “El Congreso haría un acto de soberana justicia, si concediera a la viuda del Capitán Pabón, el mismo montepío que gozaría la viuda de un Capitán que no hubiera sido del Batallón de Los Pardos”, reza en su fundamento el proyecto de ley respectivo del 24 de agosto de 1855.

 

De doña Tomasa Ramírez no existe más rastro de su origen y avatares como esposa de un militar Pardo, salvo algunos estudios de historiadores, tales como, Luis Madrid Moraga quien indagó entre las licencias matrimoniales militares requeridas por soldados libres y libertos en Chile, en el periodo de Independencia entre 1818 y 1824 y en el libro del historiador Sergio Vergara “Historia Social del Ejército de Chile”, 1993.

 

De acuerdo al primer historiador “el Ejército pasó a tomar un rol fundamental como actor político y también como una entidad que agenciaba nuevas formas de orden social, así la familia o más bien los inicios de su configuración oficial comenzaron a tomar relevancia tanto para el Ejército independentista como para la tropa”.

 

Así al momento de formar familia “las mujeres mestizas, negras o blancas defendían su honor, y el Ejército, por medio de las averiguaciones conductuales que hacía de ellas, buscaba y en la mayoría de las ocasiones, reconocía esta virtud relacionada más con la reputación o fama pública que con el linaje o limpieza de su sangre”. Incluso, se consignan diversas licencias matrimoniales entre militares libertos y esclavas que dan cuenta que “el deber militar y las obligaciones matrimoniales pasaban a formar parte de las responsabilidades patrióticas de los soldados, tanto como sus actuaciones militares en esos años decisivos para el nuevo sistema”.

 

Gracias al Archivo de Leyes Anguita podemos comprobar que finalmente, se hizo algo de justicia con doña Tomasa Ramírez. La viuda del Capitán Pabón fue reconocida y se le concedió el montepío de gracia que ascendió a 6 pesos, mediante la ley respectiva publicada el 13 de agosto de 1856.

  

DE ZAMBO PELUCA A EDECÁN DEL CONGRESO

 

Según da cuenta el historiador militar, Marcos López Ardiles, uno de los más emblemáticos integrantes de Los Pardos fue el llamado “Zambo Peluca”, apodo que recibió el mulato José Romero, hijo de criollo y esclava y quien ostentaba además de una atrayente personalidad, una ensortijada cabellera.

 

El militar participó en numerosas campañas: Talcahuano, San Carlos, Talca y El Roble. El General Bernardo O’Higgins lo ascendió a Subteniente, y en esa calidad se batió heroicamente en la Batalla de Rancagua, según rezan los innumerables reconocimientos al carismático líder conocido por su naturaleza solidaria, bondadosa y justa. Tras el desastre de Rancagua fue tomado prisionero, pero algunos comerciantes españoles que le conocían desde que servía en el Batallón de Los Pardos abogaron por su liberación tras el pago de una fianza menor. 

 

En 1832, don José Romero fue nombrado "oficial de Sala de la Cámara", cargo equivalente a lo que es un Edecán hoy día, y se desempeñó en el cargo por 25 años destacándose por su espíritu de servicio público y vocación.

Falleció en 1858 y fue enterrado "con honores en Carroza de 1° clase" en una tumba que estaba ubicada entre calles Hermanas y Romero, (frente al actual Mausoleo del Ejército), en el Cementerio General. Originalmente, era la tumba de su hija Dolores, quien había fallecido en 1851, a una edad muy temprana no más allá de los 5 años.

Su amada familia y amigos mandaron a pulir un busto de mármol para recordarlo, donde resaltaban sus rasgos mestizos y su mítica cabellera.

 

“A la memoria del filántropo Sargento Mayor del Ejército José Romero, modelo de claridad y patriotismo. Erige este monumento su compatriota ausente. Francisco Javier Rosales. 1863”.

 

La tumba engalanó el Patio 25 durante muchas décadas, pero lamentablemente, el arquitecto del Cementerio General, Tomás Domínguez confirmó que, en este ingrato siglo 21, este insigne monumento “fue vandalizado en septiembre de 2016" -por razones incomprensibles- "y nos duele mucho esta situación porque de hecho la calle del camposanto se llama Romero en honor a él".

Hoy, el último homenaje que recordaba al legendario 'Zambo Peluca' se encuentra destrozado en tres partes, a un costado de la dirección del camposanto junto a otras invaluables piezas artísticas e históricas que han sido dañadas y destruidas hasta casi desaparecer presas de la ignorancia.

 

Fuentes:

Memoria Chilena

Archivo del Senado

Diarios de Sesiones

Biblioteca del Congreso Nacional

Leyes Anguita

 

Fotos:

Reproducciones Museo Histórico Nacional

Memoria Chilena

Obras de Fray Pedro Subercaseaux

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