Mensajes Presidenciales: las huellas que dan cuenta de los sueños y quebrantos de la República
La Cuenta Pública del Estado Administrativo y Político de la Nación es una práctica que se mantiene desde el siglo XIX y refleja las aspiraciones, los logros y también los sufrimientos de la patria.
11 de mayo de 2014
La instrucción educacional, la salubridad pública, la relación con los países vecinos, el impulso a las obras de conectividad, así como incontables planes y leyes para hacer frente a los terremotos y tragedias que ha sacudido Chile. Todos estos desafíos han quedado plasmados desde el siglo XIX, como ejes de la mayoría de las Discursos Presidenciales ante el Congreso Pleno. Todos dan cuenta de la evolución institucional del país, de sus crisis y obstáculos, pero también de la permanencia de un innegable compromiso con la voluntad de desarrollo y el acariciado sueño de un destino mejor.
Así queda de manifiesto al revisar los mencionados Mensajes desde el 1 junio de 1832, cuando se instituyó la práctica permanente de la Cuenta Anual del Jefe de Estado, coincidiendo con la inauguración del periodo de Legislatura Ordinaria, ante las Cámaras del Congreso. La tradición se mantuvo a lo largo del siglo e incluso hasta 1842, el discurso podría ser contestado por los parlamentarios.
Fue la Constitución de 1925 la que fijó como fecha oficial para el Mensaje el 21 de mayo, día de las Glorias Navales, relevando así el simbolismo patriótico de la conmemoración.
La Constitución de 1980 eliminó toda referencia a la inauguración de la legislatura ordinaria y estableció que “el Presidente debía, a lo menos una vez al año”, dar cuenta al país del estado administrativo y político de la Nación”. Solo tras el retorno de la democracia en 1990 se retomó la tradición republicana del discurso del 21 de mayo.
Al Presidente Joaquín Prieto le correspondió inaugurar esta tradición, según consignan los Cuerpos Legislativos, en la sesión preparatoria del 30 de mayo de 1832, donde se da cuenta del oficio del mandatario de convocar a ambas Cámaras para la reapertura de las sesiones ordinarias el 1 de Junio de ese año, a las 11 horas. Entre los acuerdos, se dispone "observar el mismo ceremonial de la instalación del Congreso del año anterior".
El texto de esos primeros Mensajes aluden al favorable panorama tras la consolidación de la independencia y “la permanencia de la paz exterior” y expresa la convicción en el sentido que “su Majestad Católica decidirá poner término a la larga suspensión de la paz entre pueblos que la identidad de origen, religión, lengua y costumbres convida a relaciones estrechas”.
En la primera mitad del siglo XIX Chile era una nación con más de 2 millones de kilómetros cuadrados de territorio y su población apenas se empinaba a 1 millón de habitantes, por lo tanto, el Presidente Prieto estaba consciente que la difusión de la enseñanza primaria era uno de sus “principales cuidados en la administración interior”. “Crece rápidamente en Santiago el número de escuelas de primeras letras”, sin embargo, admitía que “es urgente hacer partícipes de estos bienes a los habitantes de las provincias y de nuestros campos”.
También anunciaba que se había mandado a “levantar el plano del camino carril desde Valparaíso, hasta San Felipe de Aconcagua y Santa Rosa de Los Andes” y se daba cuenta de las primeras políticas de salud pública con el envío de vacunas ante “un nuevo aparecimiento de las viruelas en Valparaíso y Coquimbo”.
Objeto de la preocupación presidencial era también “la moral del pueblo” que se expresaba -aparentemente- en forma muy disipada en “los lugares de reunión que frecuentaban las clases laboriosas”. Ello motivó la publicación de un “reglamento para el orden y la decencia de las diversiones teatrales, sujetando a una censura, en el interés de las buenas costumbres, la elección de las piezas que en ella se presenten al público”.
Las finanzas públicas y los impuestos fueron -a lo largo del siglo XIX- un hilo conductor en todos los Mensajes. Chile era uno de los lugares más austeros del imperio español, sin inversiones ni industria alguna, excepto la precaria economía que se generaba al interior de las propias haciendas. Por eso las leyes económicas y tributarias que se sometían a consideración del Congreso eran ampliamente valoradas por el Ejecutivo.
El Presidente Prieto ya anticipaba un vigoroso plan de reformas en ese ámbito, “necesario es dar nueva organización a la Inspección General de Cuentas, arreglar las Comisarías de Ejército y Marina, proveer de reglamentos a las Aduanas y Resguardos, reformar la ley sobre patentes, dictar la nacionalización de buques, la de comercio y cabotaje, la de derechos de internación, la de avalúos, la de comisos y muchas otras de las cuales dependen el orden de la administración y el aumento de la riqueza pública”.
Una década después el 1 de junio de 1843, el entonces Presidente Manuel Bulnes acompañado del Cuerpo Diplomático y autoridades nacionales, concurrió hasta el antiguo Tribunal del Consulado donde se daba cita el Congreso Pleno para asistir al discurso presidencial y dar inicio al nuevo periodo legislativo con la ceremonia de juramento de los nuevos parlamentarios.
En esa ocasión Bulnes dio cuenta del estado de las relaciones con los países vecinos y las potencias extranjeras. En el primer caso detalló los vaivenes de la relación con Perú, Bolivia y Argentina.
En el ámbito interno Bulnes detalló el penoso estado de las arcas municipales “para dar a sus operaciones la necesaria actividad y eficacia en beneficio de los pueblos y del orden público”. Asimismo anunciaba el envío a las Cámaras de dos proyectos de ley relativos a las cárceles y al destino de los delincuentes condenados a trabajos forzados, “temas urgentísimos por el mal estado de las primeras y los conocidos y graves inconvenientes del presidio ambulante”.
En materia de educación, Bulnes señalaba que: “a la instrucción primaria y superior ha consagrado sus desvelos el gobierno, ya sea estableciendo nuevas escuelas, promoviendo la creación de otras más por los conventos y municipalidades, o bien ensanchando el plan de enseñanza profesional, de manera que abrace todos los ramos necesarios para el completo y lucido ejercicio de las profesiones liberales”.
Fue el Presidente Emiliano Figueroa quien inauguró el 21 de mayo de 1926, como fecha oficial para la cuenta del estado administrativo y político de la nación. Y lo hizo de manera tan dedicada que en su Mensaje detalló minuciosamente todos los hitos y objetivos de su administración.
Su llegada al gobierno en diciembre de 1925 se produjo tras un periodo de alta efervescencia política y fue el candidato que concitó las confianzas de todos los sectores en disputa. Conocido como “el caballero de la época de los coches de posta”, su espíritu era moderado y así queda de manifiesto en su primer Discurso Presidencial: “el gobierno del país era superior a las fuerzas de un hombre y así lo comprendí, pero los partidos se acercaron y hablaron de los quebrantos de la República y me señalaron para que fuera el candidato de todos y realizara un programa de trabajo y de concordia”.
En su Mensaje ante el Congreso Pleno dio cuenta de sus intenciones de “mantener el orden y la tranquilidad”, así como para “reorganizar la administración y mejorar la aflictiva situación de las finanzas públicas” y, para ello convocó a numerosas sesiones extraordinarias tanto del Senado como la Cámara para aprobar los proyectos necesarios.
En el ámbito interno, Figueroa reconocía que el problema educacional tiene vital importancia en el país donde se registraba un alto índice de analfabetismo. “El gobierno ha avanzado serios estudios sobre la reforma general de la enseñanza y, al efecto, dispone ya de un proyecto elaborado por una comisión especial de educacionistas y de otros proyectos modificatorios”.
En su Mensaje el Presidente Figueroa describió además la entrada en vigencia del decreto ley de Bancos elaborado por la misión Kemmerer “e inspirado en los principios fundamentales de una sana y prudente política bancaria”. Dicha misión a cargo del economista jefe y profesor de la Universidad de Princeton, Edwin Kemmerer asesoró al Gobierno de Chile en la organización de la administración financiera del Estado.
Entre sus recomendaciones se creó mediante el Decreto N° 1.924 la Oficina de Presupuestos y el 9 de enero de 1929 se publicó la Ley N° 4.520 Orgánica de Presupuestos, normativas bases de toda la actual institucionalidad presupuestaria.
Otra perspectiva interesante de esa Cuenta es el moderno rol que se describe para las Fuerzas Armadas y la importancia de fortalecer su Servicio de Sanidad Militar que tras la Guerra del Pacífico. “Se convirtió en un elemento de gran trascendencia en tiempos de paz para el control de epidemias, terremotos y otras calamidades públicas en que la organización especial del Ejército permite una movilización rápida, hace más eficaz su aprovechamiento mientras se puede disponer de los elementos civiles de sanidad”.
Hacia el siglo XX la tradición de la Cuenta Pública estaba lo suficientemente arraigada en la República pero eso no impidió que se registraran algunas interrupciones en la costumbre o abruptas salidas de protocolo.
Es así como el General Carlos Ibáñez del Campo se convirtió en el primer mandatario en romper con la tradición de presentarse ante ambas Cámaras reunidas en Congreso Pleno para dar su Cuenta. Durante su primera administración (1927-1931) optó por enviar sus discursos –más bien breves- para que fuesen leídos por el secretario del Senado.
El 21 de mayo de 1928, en tres austeras páginas, Ibáñez resumió los principales ejes de su gestión haciendo alusión somera a las obras de adelanto local, los presupuestos aprobados para diversos proyectos y el impulso a las Juntas de Vecinos.
Al año siguiente, el discurso presidencial agregó una página extra y a la descripción somera del estado administrativo de la nación añadió una directa interpelación a los “conciudadanos del Senado y de la Cámara de Diputados”, ya que “cumplo con el penoso deber de dejar constancia de mi desacuerdo con la actitud de aquellos senadores y diputados que no solo niegan su colaboración al estudio de las leyes sino, que a pretexto de encontrarse cohibidos en el ejercicio de sus libertades y derechos se abstienen de cumplir las funciones derivadas del mandato de sus electores”.
Las relaciones institucionales no lograban estabilizar el país y las crecientes tensiones culminaron en el denominado “Congreso Termal” de 1932, que careció de legitimidad democrática.
El 21 de mayo de 1938, momentos antes de la Cuenta Pública del Presidente Arturo Alessandri Palma, el entonces Diputado Gabriel González Videla solicitó hacer uso de la palabra, ante el total desconcierto del Presidente del Senado, Miguel Cruchaga.
La discusión que se generó fue subiendo de tono, hasta que el jefe del Movimiento Nacional Socialista, Jorge González von Marées, disparó con su revólver contra la testera. La trifulca que se desató fue inevitable, con una confusión descomunal y culminó con cuatro parlamentarios detenidos, entre ellos González Videla, quien ocho años más tarde llegaría a La Moneda.
Otro impasse similar ocurrió en la Cuenta de 1961, cuando parlamentarios del Frente de Acción Popular (FRAP) y de la Democracia Cristiana habían manifestado su intención de pedir la palabra, para protestar por un reciente fallo del Tribunal Calificador de Elecciones (TRICEL).
En momentos en que el senador Hernán Videla, Presidente del Senado, ofrecía la palabra al Presidente Jorge Alessandri, simultáneamente los senadores Salvador Allende y Eduardo Frei Montalva solicitaron intervenir, tras lo cual se desataron manifestaciones en las tribunas y galerías. Luego de unos veinte minutos de desorden, la situación recién pudo ser controlada y el Primer Mandatario pudo emitir su discurso, no sin antes pedir excusas a los invitados. Varios parlamentarios se retiraron de la Sala.
Pero no fue el único 21 de mayo que el Presidente Jorge Alessandri Rodríguez debió enfrentar con sobresalto. En 1960, ni siquiera pudo encabezar con normalidad los actos del Discurso Presidencial.
A las 06:02 horas gran parte del país desde el Norte Chico hasta Llanquihue despertó por un brusco sacudón. Tras el terremoto que tuvo su epicentro en Concepción y Lebu sobrevino una intensa lluvia y el Presidente Alessandri Rodríguez debió suspender el tradicional Mensaje ante el Congreso y las celebraciones de las Glorias Navales.
Al día siguiente, el 22 de mayo de 1960 cuando ya se había iniciado toda una cadena de información y solidaridad, sobrevino a las 15:10 minutos otro terremoto aún más devastador que el anterior, con epicentro en Valdivia y que ostenta el triste récord de ser uno de los más violentos de la humanidad con una magnitud de 9,6 en la escala Richter. Pero aún peor, fue el tsunami que siguió al movimiento sísmico y que arrasó con lo que quedaba de la infraestructura y la geografía del sur del país.
La tragedia dejó profundas huellas físicas, sociales y económicas. Al año siguiente, en el Discurso del 21 de mayo de 1961, los dos terremotos, el tsunami y sus efectos ocuparon gran parte del texto del Mensaje del Presidente Alessandri quien tuvo que asumir la reconstrucción y sus consecuencias en materia de endeudamiento e inflación.
“En mi anterior Mensaje hice una breve referencia a los movimientos sísmicos ocurridos en la madrugada del 21 de mayo, conturbado mi ánimo por los dolorosos acontecimientos que en esos instantes eran causa de congoja y zozobra en el alma colectiva. Nadie podía imaginar que 24 horas más tarde, un nuevo y desgarrador suceso vendría a sumarse, provocando una catástrofe que no admite comparación posible con ninguna otra en la vida de la República y solo con muy pocas en la historia de la humanidad”.
Alessandri dejó además testimonio del agradecimiento, admiración y reconocimiento “a aquel puñado de chilenos que se batieron con denuedo contra la majestad de una naturaleza hostil, así como también a los habitantes de Valdivia, que soportaron con estoicismo y sereno valor la inminencia de un muy grave peligro para sus vidas y sus bienes”.
El Jefe de Estado también reconoció sentidamente el rol que jugaron “las Fuerzas Armadas, el Cuerpo de Carabineros, y de instituciones civiles tales como, Bomberos, la Cruz Roja, la Defensa Civil, Caritas y tantas otras que se pusieron al servicio de la colectividad”.
Los párrafos siguientes de Alessandri cobran inusitada actualidad y vigencia, ya que recuerdan un torbellino de emociones, de solidaridad y de anuncios para hacer frente a las transformaciones y que son palpables hace solo pocos meses y e incluso pocos días con los terremotos del 27 de febrero de 2010 y del 1 de abril de 2014.
“Llamo pues a proseguir juntos la misión de enfrentarnos a este tremendo desafío del destino, y no encuentro ocasión más propicia para hacerlo que este solemne acto de tanta significación en la vida de la República. Un futuro venturoso espera a Chile si es posible hacer uno el esfuerzo de todos para la grandeza de la República y bienestar de todos los chilenos, con olvido de toda otra consideración que no sea el bien colectivo”.