Ciencia en Chile: El primer Museo de Historia Natural y la primera Exposición Internacional
Desde el siglo XVII, nuestro país atrae a todo tipo de científicos, naturalistas, viajeros y aventureros maravillados con su potencial natural. Sin embargo, al revisar la historia de su institucionalidad, nunca fue fácil formar y promover científicos.
22 de noviembre de 2015
Desde que el sacerdote franciscano Fray Jorge descubriera en 1627 los bosques con uno de los ecosistemas más prístinos del mundo en el sector de La Serena, nuestro país ha sido uno de los destinos preferidos de naturalistas, científicos y viajeros que han quedado maravillados con las características naturales de este territorio.
La geografía, flora y fauna de nuestro país fue fundamental para diversas obras científicas de nivel internacional. Uno de los más connotados científicos del siglo XIX, Charles Darwin, autor de "La evolución de las especies" fue uno de los viajeros a bordo del bergantín Beagle que en 1832 llegó a Tierra del Fuego, y desde allí desarrolló acuciosas observaciones geológicas, botánicas, zoológicas y antropológicas.
Aparentemente, entre los siglos XVIII y XIX fue más fácil recibir que "producir" científicos chilenos. Quizás la excepción en el siglo XVIII fue el sacerdote Jesuita, Juan Ignacio Molina, nacido en Linares, más conocido como el Abate Molina, quién desarrolló gran parte de su obra científica en Bolonia, Italia, donde se radicó en 1767 luego de la expulsión de los jesuitas del territorio chileno.
Pero los esfuerzos por constituir una institucionalidad para las ciencias en nuestro país se remontan hacia los inicios de nuestra vida independiente. En 1813, la Comisión de Educación del primer Senado conformada por los connotados patriotas Francisco Antonio Pérez, José Miguel Infante, Agustín Eyzaguirre, Camilo Henríquez, Juan Egaña y Mariano Egaña, entre otros, entregó un contundente primer informe que constituye una poderosa reflexión sobre la formación y promoción en el área de las ciencias, la anatomía y mineralogía.
El texto resume los acuerdos en torno a fundar el Instituto Nacional y la inédita idea de establecer un Museo de Historia Natural en estos territorios que debería constituirse en la Universidad de San Felipe (que funcionaba justo en los terrenos que hoy ocupa el ex Congreso).
“Pasamos a proponerle las segundas manos que deben obrar en el negocio más sagrado que tiene la patria, i el que, verdaderamente, formará la época de V. E. (Director Supremo), cuando al verse, dentro de algunos años, sabios i artesanos que den honor i riqueza al estado, se digan unos a otros: "Hé aquí los hombres que hicieron feliz nuestra posteridad", dice el informe de los senadores.
En las deliberaciones para llegar a estos acuerdos se recibieron diversas opiniones, que quedaron consignadas en los diarios de los primeros Cuerpos Legislativos. Llama la atención el vanguardista diagnóstico y recomendaciones del sabio don José Gregorio Paredes respecto a la necesidad de contar con un anfiteatro anatómico para la enseñanza de la anatomía.
Se requiere “no solo la creación de maestros públicos de la ciencia, sino también la erección de edificios adecuados a teatros en que se hagan las demostraciones, con todas las facilidades i medidas que exije la adquisicion penosa, disgustante i muchas veces arriesgada de esta clase de conocimientos”.
Pero si bien la iniciativa del Instituto Nacional tuvo mayor eco, al convertirse en la sede de los programas científicos- culturales que llevaron adelante los primeros gobiernos de Chile, las escasas arcas fiscales de la incipiente administración no permitieron que nuestro primer Museo se materializara de inmediato. Solo en 1822, el Director Supremo, Bernardo O’Higgins, encargó la tarea de fundar el anhelado registro naturalista, al francés Jean Josseph Dauxion Lavaysse.
Según algunos escritos que aluden a este primer encargado de constituir el Museo, no sería un científico muy reputado, aunque su espíritu aventurero lo había llevado a recorrer remotos paisajes en Haití, Venezuela y Brasil, lo que le daba un bagaje cultural aceptable y llamativo.
Tanto así que al año siguiente en 1823, el Director Supremo Ramón Freire, encargó a Dauxion Lavaysse explorar el territorio chileno, de modo de tener un informe sobre las perspectivas de colonización y conectividad. Lamentablemente, su vida tomó rumbos impensados y no pudo completar ninguna de las dos tareas que le encomendaron las autoridades chilenas cuanto falleció hacia 1829.
Finalmente, la iniciativa surgida de los senadores de 1813 se vio materializada el 14 de septiembre de 1830 y fue otro francés, Claudio Gay el encargado de llevarla a cabo. El naturalista había llegado a Chile en 1828 para hacer clases en un nuevo colegio, finalmente no tuvo los alumnos suficientes, pero Gay fue contratado por el entonces Ministro del Interior, Diego Portales para que realizara un completo estudio y catastro de la geografía, flora y fauna del país.
Además, debía realizar un gabinete de Historia Natural con las principales producciones vegetales y minerales. En sus viajes y recorridos por el país recolectó material suficiente para que fuera exhibido en este primer museo y que quedó plasmado en su conocida obra "Atlas de la historia física y política de Chile".
Por ello, cuando el Museo abrió sus puertas en una Sala de la Biblioteca Nacional ubicada en calle Catedral entre Bandera y Morandé tenía entre sus colecciones interesantes objetos animales, vegetales y minerales.
Por los vaivenes del destino, ese mismo Museo de Historia Natural obtuvo un beneficio interesante del desarrollo de las ciencias y la incipiente tecnología en el país. Gracias a la realización de la Primera Exposición Internacional de Chile en 1875, el museo pudo trasladarse -al año siguiente- al edificio diseñado por el arquitecto francés Paul Lathoud, ubicado al interior del Parque Quinta Normal.
En un esfuerzo, por integrarse al mundo, en la década de 1870 la joven República chilena intentaba compartir sus logros de desarrollo económico y político, con otras naciones del mundo libre y, a la vez, difundir entre el público chileno los últimos avances científicos y tecnológicos en el mundo.
Por ello, gobierno se abocó a organizar la primera Exposición Internacional, cuya organización fue confiada a la Sociedad Nacional de Agricultura, "pionera en la difusión del conocimiento científico aplicado a las actividades productivas".
De acuerdo al sitio "Memoria Chilena": la convocatoria oficial al evento se hizo efectiva en marzo de 1873, a través de las legaciones chilenas en el exterior y del cuerpo diplomático acreditado en el país. Al llamado acudieron Estados Unidos, México, El Salvador, Nicaragua, Guatemala, Venezuela, Argentina, Bolivia, Ecuador, Perú, Colombia, Uruguay, Brasil, Gran Bretaña, Italia, Francia, Bélgica, Alemania y Suiza.
La Exposición fue instalada en la Quinta Normal y fue inaugurada por el Presidente de la República, Federico Errázuriz Zañartu, el 16 de septiembre de 1875, hace 175 años. Como dato anecdótico los sendos discursos quedaron registrados en castellano y francés (el idioma de la intelectualidad de la época).
También era bilingüe el "Correo de la Exposición", un hermoso ejemplar que combinaba informaciones, discursos, planos y bellas ilustraciones. Incluso, había un tiraje exclusivo para las primeras copias que llevaban pegadas las primeras fotografías, un adelanto tecnológico inusitado para la época.
La exhibición consideró cinco áreas temáticas, cada una de las cuales dispuso de un pabellón donde cada país montó la muestra de los productos y las tecnologías correspondientes. Las excepciones fueron Francia y Bélgica que contaron con un local propio. Por otra parte, los departamentos de Colchagua y Melipilla, a diferencia del resto de los participantes chilenos, también dispusieron de un espacio propio para mostrar su realidad social y económica.
La muestra se extendió hasta el 16 de enero de 1876 y tuvo una amplia aceptación del público, que repletaba los hermosos pabellones construidos especialmente para la ocasión y llenaba de elogios los sorprendentes aparatos exhibidos en el pabellón belga, así como a la sobrecogedora colección de objetos arqueológicos aportada por la delegación ecuatoriana.
Aquí, los chilenos del siglo XIX pudieron conocer inventos tan innovadores como los fósforos y enterarse "en exclusiva" de la construcción de una monumental obra en Nueva York, Estados Unidos, a través de una hermosa ilustración llamada "La Libertad alumbrando el mundo". Era nada menos que la icónica Estatua de la Libertad que hasta hoy maravilla desde el Río Hudson al sur de la isla de Manhattan.
Según consigna el sitio "Memoria Chilena" la Exposición Internacional de Chile en 1875 logró constituirse "en un espejo de la modernidad y la tradición de su época".