Cuenta Pública y Mensaje Presidencial el 1 de junio: ¿volver a la tradición original del siglo XIX?
En el marco de la discusión legislativa por un cambio de fecha de este hito republicano repasamos el origen de esta tradición para todos los Presidentes de Chile, que está consagrada desde la Constitución de 1833. Además conozca: ¿qué temas abordaban las primeras Cuentas Públicas?
10 de marzo de 2017La Cuenta Anual del Presidente de la República se introdujo como práctica permanente tras la promulgación de la Constitución Política de 1833 y consiste en la obligación de rendir cuenta de la administración política ante el país representado en el Congreso Pleno.
Por casi un siglo, hasta 1925, dicha práctica coincidió con la fecha dispuesta en el orden institucional de la época para la inauguración del periodo de sesiones ordinarias del Congreso, es decir, el 1 de junio.
La Carta Fundamental de 1925, definió la Cuenta Pública como un deber para el Jefe de Estado, quien quedaría comprometido a presentarse ante los parlamentarios el 21 de mayo de cada año, según establecía el artículo 56 del texto constitucional.
El cambio de fecha se justificó, por el simbolismo patriótico de dicha jornada, en la que se celebra el Día de las Glorias Navales. De esta forma, el 21 de mayo comenzó a marcar el comienzo del período ordinario de sesiones del Congreso, cuyo término fue fijado para cada 18 de septiembre, en razón de la relevancia histórica que para el país posee la conformación de la Primera Junta Nacional de Gobierno, el 18 de septiembre de 1810.
La tradición se mantuvo hasta 1973 y tras el golpe militar, la Constitución Política de 1980, eliminó la referencia a la inauguración de la legislatura ordinaria, aunque estableció, en el inciso 3° del artículo 24, que el Presidente debía, “a lo menos una vez al año”, dar cuenta al país del estado administrativo y político de la Nación .
Tras la reapertura del Congreso, en 1990, con el Presidente Patricio Aylwin, se retomó la tradición republicana del Discurso del 21 de mayo, que se remontaba desde 1925. Esta práctica fue reafirmada por las reformas constitucionales de 2005, que precisaron, en el propio artículo 24 de la Constitución, que el Mensaje Presidencial debía efectuarse el 21 de mayo.
En el siglo XXI, tras el retorno de la democracia y luego de 27 Mensajes Presidenciales, el contexto histórico, político y social ha hecho replantear la conveniencia de la fecha en que se realiza esta actividad. La Comisión de Constitución del Senado será la encargada de analizar, el proyecto en segundo trámite, que modifica la fecha de la actual Cuenta Pública (Boletín 10728-07) y que refunde diversas mociones. Cabe recordar que diversos senadores también han sido autores de iniciativas similares.
Al Presidente José Joaquín Prieto le correspondió inaugurar esta tradición, que se realizó por primera vez, el 1 de junio de 1833, coincidiendo con la sesión de apertura de las sesiones ordinarias del Congreso.
Según consignan los Cuerpos Legislativos de la época, a partir de las 10 horas, se efectuó la sesión de apertura del 1 de junio de 1833, donde el Presidente entregó su Mensaje, el que fue contestado brevemente por el titular del Senado, Agustín de Vial.
El texto de ese primer Mensaje aludía al favorable panorama tras la consolidación de la independencia y “la permanencia de la paz exterior” y expresaba la convicción en el sentido que “su Majestad Católica (Rey de España) decidirá poner término a la larga suspensión de la paz entre pueblos que la identidad de origen, religión, lengua y costumbres convida a relaciones estrechas”.
En la primera mitad del siglo XIX Chile era una nación con más de 2 millones de kilómetros cuadrados de territorio y su población apenas se empinaba a 1 millón de habitantes, por lo tanto, el Presidente Prieto estaba consciente que la difusión de la enseñanza primaria era uno de sus “principales cuidados en la administración interior”. “Crece rápidamente en Santiago el número de escuelas de primeras letras”, sin embargo, admitía que “es urgente hacer partícipes de estos bienes a los habitantes de las provincias y de nuestros campos”.
También anunciaba que se había mandado a “levantar el plano del camino carril desde Valparaíso, hasta San Felipe de Aconcagua y Santa Rosa de Los Andes” y se daba cuenta de las primeras políticas de salud pública con el envío de vacunas ante “un nuevo aparecimiento de las viruelas en Valparaíso y Coquimbo”.
En el primer Mensaje Presidencial también se alude a una preocupación esencial de la administración de la época “la moral del pueblo” que se expresaba -aparentemente- en forma muy disipada en “los lugares de reunión que frecuentaban las clases laboriosas”.
Esto motivó que se destacara en esta Cuenta, la publicación de un “reglamento para el orden y la decencia de las diversiones teatrales, sujetando a una censura, en el interés de las buenas costumbres, la elección de las piezas que en ella se presenten al público”.
Las finanzas públicas y los impuestos fueron -a lo largo del siglo XIX- un hilo conductor en todos los Mensajes. “Chile siempre fue uno de los lugares más austeros del imperio español, sin inversiones ni industria alguna, excepto la precaria economía que se generaba al interior de las propias haciendas”, según dan cuenta diversos historiadores.
Por eso las leyes económicas y tributarias que se sometían a consideración del Congreso eran ampliamente valoradas por el Ejecutivo.
El Presidente Prieto anticipó en 1833 un vigoroso plan de reformas en ese ámbito, “necesario es dar nueva organización a la Inspección General de Cuentas, arreglar las Comisarías de Ejército y Marina, proveer de reglamentos a las Aduanas y Resguardos, reformar la ley sobre patentes, dictar la nacionalización de buques, la de comercio y cabotaje, la de derechos de internación, la de avalúos, la de comisos y muchas otras de las cuales dependen el orden de la administración y el aumento de la riqueza pública”.
Fue el Presidente Emiliano Figueroa quien inauguró el 21 de mayo de 1926, como fecha oficial para la cuenta del estado administrativo y político de la nación, tras la promulgación de la Constitución del 25.
Cabe recordar que su llegada al gobierno en diciembre de 1925 se produjo tras un periodo de alta efervescencia política y fue el candidato que pudo concitar las confianzas de todos los sectores en disputa.
A Figueroa se le conocía coloquialmente como “el caballero de la época de los coches de posta”, su espíritu era moderado y así quedó de manifiesto en su primer Discurso Presidencial: “los tiempos son difíciles y debemos unir la acción a la prudencia", decía en su introducción.
En su Mensaje ante el Congreso Pleno dio cuenta de sus intenciones de “mantener el orden y la tranquilidad”, así como para “reorganizar la administración y mejorar la aflictiva situación de las finanzas públicas” y, para ello convocó a numerosas sesiones extraordinarias tanto del Senado como la Cámara para aprobar los proyectos necesarios.
En aquella época, Figueroa también reconocía que el problema educacional era de vital importancia para el país dado que se registraba un alto índice de analfabetismo.
“El gobierno ha avanzado serios estudios sobre la reforma general de la enseñanza y, al efecto, dispone ya de un proyecto elaborado por una comisión especial de educacionistas y de otros proyectos modificatorios”, consignaba en su Cuenta.
Otro hito importante es que en su discurso Figueroa destacaba la entrada en vigencia del decreto ley de Bancos elaborado por la misión Kemmerer “e inspirado en los principios fundamentales de una sana y prudente política bancaria”.
Dicha misión a cargo del economista jefe y profesor de la Universidad de Princeton, Edwin Kemmerer asesoró al Gobierno de Chile en la organización de la administración financiera del Estado.
Entre sus recomendaciones se creó mediante el Decreto N° 1.924 la Oficina de Presupuestos y el 9 de enero de 1929 se publicó la Ley N° 4.520 Orgánica de Presupuestos, normativas bases de toda la actual institucionalidad presupuestaria.
Una perspectiva interesante de esa Cuenta fue también el moderno rol que se describía para las Fuerzas Armadas y la importancia de fortalecer su Servicio de Sanidad Militar pues tras la Guerra del Pacífico “se convirtió en un elemento de gran trascendencia en tiempos de paz para el control de epidemias, terremotos y otras calamidades públicas en que la organización especial del Ejército permite una movilización rápida, hace más eficaz su aprovechamiento mientras se puede disponer de los elementos civiles de sanidad” mencionaba de forma visionaria dicha Cuenta Pública de 1926.